La bacteria Escherichia coli (E. coli) es seguramente el microorganismo mejor conocido por los científicos y más famoso entre la gente en general
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Es un bacilo con unas dimensiones de 2 x 0,5 micras, es decir, unas 10 veces menor que una célula animal típica.
Su hábitat natural es el intestino de mamíferos (por eso se suele decir que es una "
enterobacteria",
entero = intestino), donde desarrolla una relación simbiótica con sus hospedadores, siendo el principal constituyente de la flora intestinal normal.
Esta
simbiosis consiste en que
E. coli encuentra las condiciones ideales para su desarrollo en el intestino de los mamíferos (nutrientes, humedad y temperatura) y a cambio proporciona ciertos beneficios a su hospedador, favoreciendo la absorción de nutrientes (produce la enzima lactasa, que mejora nuestra tolerancia a los productos lácteos), liberando ciertas vitaminas (B12 y K) y defendiendo su territorio ante otras bacterias potencialmente patógenas, de manera que habitualmente evita que colonicen el intestino.
Sin embargo, también se habla de
mutualismo, en lugar de simbiosis, argumentando que ambos organismos pueden sobrevivir de forma independiente, algo que es discutible, al menos para los animales, ya que la ausencia de esta bacteria acabaría por dar lugar a graves trastornos intestinales.
Por tanto,
E. coli es un aliado imprescindible para mantener un buen estado de salud, tanto en los humanos como en otros muchos mamíferos.
A pesar de ello, a nivel general este microorganismo es más conocido por las infecciones que puede causar, en ocasiones graves.
¿Cómo puede infectar el intestino una bacteria que vive en él?
Las bacterias, al tratarse de seres unicelulares muy sencillos y con un solo cromosoma, evolucionan (cambian) muy rápidamente.
E.coli, en unas condiciones ideales y sin restricciones, se duplica cada 20 minutos. Eso quiere decir que en pocos días se suceden cientos de generaciones, en las cuales aparecen mutaciones que dan nuevas características a los individuos que las poseen. Así aparecen las denominadas "cepas", que son colonias de bacterias con propiedades nuevas, del tipo que sean (mayor resistencia al calor o frío, mayor adaptabilidad a ciertos medios, resistencia a ciertos antibióticos o capacidad de producir toxinas).
Con los virus sucede algo parecido: de ahí la necesidad de obtener nuevas vacunas cada año para el virus de la gripe, por ejemplo, debido a su alta mutabilidad.
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Así, se conocen multitud de cepas de
E. coli y cada día se identifican otras nuevas: La gran mayoría de ellas son "normales", es decir, viven en simbiosis en el intestino sin causar efectos perjudiciales. Pero algunas de estas cepas son virulentas, es decir, son capaces de producir trastornos en los individuos en que se instalan, bien por su capacidad invasiva o por producir toxinas.
Las más habituales de estas cepas son las denominadas "enteropatógenas" o las "enteroinvasivas", que originan diarreas más o menos graves.
Las cepas más peligrosas son las ECEH (
E. coli enterohemorrágicas), que destruyen las células intestinales, originando diarreas hemorrágicas graves y difíciles de tratar. Y entre éstas, hay una serie de tipos capaces de producir unas toxinas llamadas "
Shiga" (por ser muy similares a las fabricadas por otras bacterias patógenas intestinales, las
Shigellas), que acaban entrando en el torrente sanguíneo y llegando a los riñones, donde destruye las células de los glomérulos, originando el llamado Síndrome Urémico Hemolítico (HUS), que cursa con hemorragias renales y puede acabar en fallo renal agudo. Parece que también tiene efectos neurotóxicos, por lo que la infección por estas cepas de
E. coli son muy peligrosas.
Entre estas cepas son tristemente conocidos los tipos O157:H7, que causó una importante epidemia en USA en 2008, y el O104:H4, causante del brote iniciado en Alemania en 2011, que originó 34 muertes y del que inicialmente se responsabilizó (equivocadamente) a los pepinos de origen español.
¿Cómo se produce el contagio por estas cepas?
Las cepas patógenas de
E. coli se pueden originar en cualquier lugar en el que se acumulen excrementos de mamíferos, principalmente granjas ganaderas y aguas contaminadas.
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Se dice que un agua no es potable cuando en ella se descubre
E. coli, de ahí el peligro de su consumo.
Pero la mayor difusión de esta bacteria se debe al uso del estiércol del ganado como abono y sobre todo, al incluir extractos del mismo en el agua de riego. Esto hace que puedan aparecer cepas peligrosas que se asienten en las frutas, verduras u hortalizas y si éstas no son adecuadamente lavadas antes de su envase, pueden ser origen de un brote epidémico, como ocurrió recientemente en Alemania (inicialmente se pensó en los pepinos españoles y después se descubrió que el origen estaba en brotes de soja cultivados en Alemania).
De ahí la importancia del control higiénico y sanitario en las plantas de procesado de vegetales.
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También son frecuentes los contagios por consumo de carnes elaboradas (hamburguesas, salchichas, etc.), pues si en su manipulación no se respetan unos estrictos controles sanitarios, las bacterias procedentes de los animales pueden caer sobre la carne y distribuirse gracias al triturado y mezcla, pudiendo sobrevivir en el interior de una hamburguesa incluso tras cocinarla.
De este modo se originó la última gran epidemia en USA, en el año 2008, y otras de menor extensión ocurridas en muchos países del mundo.