Los dinosaurios (término que significa "lagartos terribles") fueron los animales más abundantes y variados en la Tierra durante 150 millones de años, existiendo una increíble colección de reptiles que alcanzaron tamaños extraordinarios.
Sin embargo, hace 65 millones de años, desaparecieron de la faz del planeta en un breve periodo de tiempo (un millón de años como máximo).
Este hito marca el final de la Era Secundaria (Mesozoico), en concreto de su último periodo, el Cretácico, y el inicio del Terciario, donde se inició el dominio de los mamíferos, que aún hoy se mantiene.
Pero, ¿qué sucedió hace 65 m.a. para que esta extraordinaria abundancia y diversidad de especies de reptiles desapareciera de la noche al día (en términos geológicos de tiempo)?.
Durante mucho tiempo se propusieron teorías de todo tipo, desde las que tenían una base científica seria (cambios en el clima, competencia entre especies, aparición de nuevos vegetales, aumento de la radiación cósmica, etc.), hasta las más descabelladas y absurdas.
En 1979, el geólogo norteamericano (de ascendencia asturiana) Walter Álvarez y su padre, Luis (Premio Nobel de Física), hallaron en un lugar de Italia donde se observa claramente el "límite K-T" (Cretácico-Terciario) una finísima capa de sedimento arcilloso de color blanquecino, que se depositó hace justamente 65 m.a.
En los años siguientes se descubrió le existencia de este mismo sedimento en el límite K-T de diferentes lugares del mundo y se comprobó que en la zona del Caribe la capa era mucho más gruesa.
Estos sedimentos, ademas de su delgadez, de encontrarse por todo el planeta en rocas de la misma edad y de tener un color muy claro, presentaban un elevado contenido en un metal muy raro en la Tierra, el iridio.
Enseguida se pensó en una posible erupción volcánica de extraordinarias dimensiones, que habría repartido por todo el globo una gran nube de cenizas y se apuntó como causa de la desaparición de los dinosaurios.
Pero los Álvarez apuntaron que el iridio es muy poco abundante en la Tierra y, sin embargo, abunda en muchos meteoritos, por lo que era más lógico pensar que fue el impacto de un gran meteorito el que depositó esa capa de polvo por todo el planeta. El grosor del sedimento y la cantidad de iridio que contenía indican que debió tratarse de una roca de al menos 10 km de diámetro.
Esta teoría fue inmediatamente aceptada por la mayor parte de la comunidad científica, aunque la prueba del iridio no era suficiente y deberían hallarse otras evidencias del fenómeno, especialmente el gigantesco cráter que habría provocado un meteorito de tales dimensiones (de unos 200 km de diámetro).
En 1990, Allan Hildebrand descubrió en Haití, además de la capa arcillosa de iridio, pruebas de un gigantesco tsunami de varios km de altitud que habría arrasado la zona en la misma época, procedente del oeste, es decir, del golfo de México.
También se encontraron pruebas del tsunami en la parte occidental de Cuba y en todas las costas caribeñas, por lo que todo apuntaba a que fue causado por un gran impacto, probablemente en el fondo del Caribe. Pero no había evidencias de ningún cráter en la zona.
Sin embargo, el geólogo Glenn Penfield, trabajando para una compañía petrolífera, había hallado hacía años una gigantesca anomalía magnética, de un radio de unos 100 km alrededor de la península de Yucatán y que en ningún modo concordaba con la geología de la zona. Además, a 1500 m. de profundidad en el Caribe, donde se estaban realizando las perforaciones, encontraron una amplia capa en forma de cráter, de 65 m.a. de edad, en la que abundaban rocas con signos de haber estado sometidas a enormes temperaturas y presiones. Esta especie de cúpula podría ser el cráter enterrado en sedimentos que se buscaba.
Por todo ello, hoy día es aceptado que hace 65 millones de años, frente a las costas de la península de Yucatán, en un lugar llamado Chicxulub, donde entonces existía un tranquilo mar tropical de aguas someras, impactó un enorme meteorito, de unos 10 km de diámetro, y formó un cráter de unos 180 kilómetros de diámetro, que posteriormente ha quedado sepultado por varios km de sedimentos marinos.
El impacto originó tsunamis gigantescos y pulverizó muchos millones de toneladas de roca y agua, que fueron a parar a la estratosfera, de manera que la superficie terrestre quedó oscurecida notablemente, permaneciendo en un estado de penumbra, durante años (se ha calculado que al menos durante dos años la Tierra quedó en un estado se oscuridad casi nocturna).
Además, se supone que entre el polvo enviado a la atmósfera habría grandes cantidades de sulfatos, que posteriormente caerían a la superficie en forma de lluvias ácidas.
Esto, además del enfriamiento del clima, afectó a la actividad fotosintética de mares y continentes y, posteriormente, en un "efecto dominó" sobre las cadenas tróficas, a todos los habitantes de la Tierra, haciendo que desaparecieran buena parte de las especies que la poblaban, especialmente las de mayor tamaño (se cree que ningún animal mayor que un gato sobrevivió en los continentes).
Con esta hipótesis se reconoce que las teorías catastrofistas, especialmente la expuesta por Cuvier, no estaban totalmente equivocadas y hoy día se admite que a lo largo de la historia de la Tierra se han producido numerosos episodios catastróficos que han afectado a los seres vivos, originando amplias extinciones y cambiando por completo sus condiciones ecológicas. Con ellas se marcan las separaciones entre eras y periodos geológicos.
La extinción del Cretácico, en la que desaparecieron los dinosaurios y otras muchas especies, está entre las 5 principales que han ocurrido, pero no es la más importante. Como se puede ver en el dibujo, la que se produjo al final de la era Primaria, en el periodo Pérmico (hace 251 m.a.), es "la gran extinción", ya que en ella desaparecieron cerca de las tres cuartas partes de las especies de seres vivos que poblaban el planeta, mientras que en el Cretácico la extinción alcanzó a algo menos de la mitad (lo que no deja de ser una catástrofe de dimensiones inimaginables).
Pero, ¿qué sucedió hace 65 m.a. para que esta extraordinaria abundancia y diversidad de especies de reptiles desapareciera de la noche al día (en términos geológicos de tiempo)?.
Durante mucho tiempo se propusieron teorías de todo tipo, desde las que tenían una base científica seria (cambios en el clima, competencia entre especies, aparición de nuevos vegetales, aumento de la radiación cósmica, etc.), hasta las más descabelladas y absurdas.
En 1979, el geólogo norteamericano (de ascendencia asturiana) Walter Álvarez y su padre, Luis (Premio Nobel de Física), hallaron en un lugar de Italia donde se observa claramente el "límite K-T" (Cretácico-Terciario) una finísima capa de sedimento arcilloso de color blanquecino, que se depositó hace justamente 65 m.a.
En los años siguientes se descubrió le existencia de este mismo sedimento en el límite K-T de diferentes lugares del mundo y se comprobó que en la zona del Caribe la capa era mucho más gruesa.
Estos sedimentos, ademas de su delgadez, de encontrarse por todo el planeta en rocas de la misma edad y de tener un color muy claro, presentaban un elevado contenido en un metal muy raro en la Tierra, el iridio.
Enseguida se pensó en una posible erupción volcánica de extraordinarias dimensiones, que habría repartido por todo el globo una gran nube de cenizas y se apuntó como causa de la desaparición de los dinosaurios.
Pero los Álvarez apuntaron que el iridio es muy poco abundante en la Tierra y, sin embargo, abunda en muchos meteoritos, por lo que era más lógico pensar que fue el impacto de un gran meteorito el que depositó esa capa de polvo por todo el planeta. El grosor del sedimento y la cantidad de iridio que contenía indican que debió tratarse de una roca de al menos 10 km de diámetro.
Esta teoría fue inmediatamente aceptada por la mayor parte de la comunidad científica, aunque la prueba del iridio no era suficiente y deberían hallarse otras evidencias del fenómeno, especialmente el gigantesco cráter que habría provocado un meteorito de tales dimensiones (de unos 200 km de diámetro).
En 1990, Allan Hildebrand descubrió en Haití, además de la capa arcillosa de iridio, pruebas de un gigantesco tsunami de varios km de altitud que habría arrasado la zona en la misma época, procedente del oeste, es decir, del golfo de México.
También se encontraron pruebas del tsunami en la parte occidental de Cuba y en todas las costas caribeñas, por lo que todo apuntaba a que fue causado por un gran impacto, probablemente en el fondo del Caribe. Pero no había evidencias de ningún cráter en la zona.
Sin embargo, el geólogo Glenn Penfield, trabajando para una compañía petrolífera, había hallado hacía años una gigantesca anomalía magnética, de un radio de unos 100 km alrededor de la península de Yucatán y que en ningún modo concordaba con la geología de la zona. Además, a 1500 m. de profundidad en el Caribe, donde se estaban realizando las perforaciones, encontraron una amplia capa en forma de cráter, de 65 m.a. de edad, en la que abundaban rocas con signos de haber estado sometidas a enormes temperaturas y presiones. Esta especie de cúpula podría ser el cráter enterrado en sedimentos que se buscaba.
Por todo ello, hoy día es aceptado que hace 65 millones de años, frente a las costas de la península de Yucatán, en un lugar llamado Chicxulub, donde entonces existía un tranquilo mar tropical de aguas someras, impactó un enorme meteorito, de unos 10 km de diámetro, y formó un cráter de unos 180 kilómetros de diámetro, que posteriormente ha quedado sepultado por varios km de sedimentos marinos.
El impacto originó tsunamis gigantescos y pulverizó muchos millones de toneladas de roca y agua, que fueron a parar a la estratosfera, de manera que la superficie terrestre quedó oscurecida notablemente, permaneciendo en un estado de penumbra, durante años (se ha calculado que al menos durante dos años la Tierra quedó en un estado se oscuridad casi nocturna).
Además, se supone que entre el polvo enviado a la atmósfera habría grandes cantidades de sulfatos, que posteriormente caerían a la superficie en forma de lluvias ácidas.
Esto, además del enfriamiento del clima, afectó a la actividad fotosintética de mares y continentes y, posteriormente, en un "efecto dominó" sobre las cadenas tróficas, a todos los habitantes de la Tierra, haciendo que desaparecieran buena parte de las especies que la poblaban, especialmente las de mayor tamaño (se cree que ningún animal mayor que un gato sobrevivió en los continentes).
Con esta hipótesis se reconoce que las teorías catastrofistas, especialmente la expuesta por Cuvier, no estaban totalmente equivocadas y hoy día se admite que a lo largo de la historia de la Tierra se han producido numerosos episodios catastróficos que han afectado a los seres vivos, originando amplias extinciones y cambiando por completo sus condiciones ecológicas. Con ellas se marcan las separaciones entre eras y periodos geológicos.
La extinción del Cretácico, en la que desaparecieron los dinosaurios y otras muchas especies, está entre las 5 principales que han ocurrido, pero no es la más importante. Como se puede ver en el dibujo, la que se produjo al final de la era Primaria, en el periodo Pérmico (hace 251 m.a.), es "la gran extinción", ya que en ella desaparecieron cerca de las tres cuartas partes de las especies de seres vivos que poblaban el planeta, mientras que en el Cretácico la extinción alcanzó a algo menos de la mitad (lo que no deja de ser una catástrofe de dimensiones inimaginables).