Mi primer libro, en Amazon: LA EXTRAVAGANCIA DE LA JIRAFA

Un tiburón "alien"

 

Si observamos una imagen de la boca de un tiburón duende (Mitsukurina owstoni), nos llamará poderosamente la atención (si uno ha visto la extraordinaria película de Ridley Scott “Alien, el octavo pasajero” o, sobre todo, una reciente secuela, “Alien: Covenant”) esa mandíbula  poblada de hileras de afilados dientes que se proyecta hacia afuera y parece que podría alejarse aún más del cuerpo, de modo similar al monstruo alienígena del filme (aunque sería más correcto decirlo al revés, pues parece probable que los diseñadores del alien se inspiraran en este animal), algo que le da un aspecto realmente aterrador.

Su nombre vulgar procede del japonés “tenguzame”, que significa justamente tiburón duende, pues la primera captura registrada correspondió a un pescador japonés que enseguida lo bautizó con ese nombre.

Pero esta no es la única rareza de este pez, que cuenta con otras características singulares que en su conjunto le convierten en uno de los más extraños pobladores del mar (a pesar de que en los océanos existen criaturas verdaderamente sorprendentes).



Un pez de aguas profundas y oscuras

Es una especie rara y muy antigua, sin parientes cercanos, ya que estos se extinguieron hace muchos millones de años, lo que lo convierte en el único representante vivo de su Familia (Mitsukurinidae).

Son peces abisales, que viven habitualmente a más de 1000 m. de profundidad y por esto son bastante desconocidos, pues se han capturado muy pocos ejemplares y son difíciles de observar en su hábitat, ya que suelen cambiar de territorio con frecuencia. Se han encontrado en aguas del Atlántico, Pacífico e Índico, principalmente en las costas de Japón, sur de África y golfo de México. También se ha registrado la captura de dos ejemplares en las costas gallegas.

Algo que acentúa su temible aspecto es que se trata de un tiburón de buen tamaño, habiéndose capturado ejemplares de 5 y hasta 6 m de longitud y más de media tonelada de peso. Estas capturas son siempre accidentales, pues proceden de pescadores que utilizan redes de arrastre en las que a veces quedan atrapados estos escualos y que ponen en peligro su subsistencia.

Tal vez la característica que más llama la atención a primera vista de estos animales es su piel, suave y blanda (algo lógico al habitar e gran profundidad), que da la sensación de ser pegajosa, y de una coloración singular, con tonos variables en la parte ventral, desde morado a rosa pálido, dando a veces la sensación de estar en carne viva, siendo más grisáceos en el dorso. Si a ello le sumamos el morro sobresaliente y la mandíbula cuando se proyecta hacia adelante, el aspecto resultante es muy peculiar, inquietante incluso. 

Viven de forma casi permanente en total oscuridad, aunque con frecuencia se acercan a la superficie durante la noche. Como consecuencia de vivir en este hábitat estos animales han desarrollado una adaptación muy útil para orientarse y detectar a sus presas en un ambiente oscuro y que ya hemos visto en varios peces anteriormente: un hocico prominente, muy alargado y aplanado, en el que abundan unas células sensoriales especializadas en la captación de campos eléctricos. Estos sensores le permiten detectar la bioelectricidad que emiten otros seres vivos y así localizar a sus potenciales presas, a veces a distancias importantes.



Una mandíbula “protrusible”

Son tiburones muy voraces y se alimentan de todo tipo de peces que estén a su alcance, además de calamares y diversas especies de crustáceos, que busca sin descanso sobrenadando el fondo oceánico y localiza gracias a los sensores electrosensibles de su hocico. Su natación lenta y pausada y la coloración rosada de su piel le hacen ser muy difícilmente detectable por sus presas, por lo que suele pasar desapercibido y puede acercarse mucho a ellas sin que se percaten hasta que es demasiado tarde.

Cuando está lo suficientemente cerca y  situado de frente a una presa, ataca con un movimiento sorprendentemente rápido, bajando la mandíbula y proyectándola hacia adelante en un instante por debajo del hocico, para atrapar a la presa con su potente mordedura, capaz de romper con facilidad los caparazones duros de los crustáceos.

Estas mandíbulas tan especializadas están sujetas al cráneo por un doble grupo de ligamentos muy elásticos, que se mantienen contraídos y en tensión mientras las mandíbulas están retraídas en la boca, gracias a la acción de unos potentes músculos, que al relajarse liberan la potencia acumulada por los ligamentos y disparan las mandíbulas hacia delante.

El hocico alargado, con gran cantidad de células muy sensibles a los campos eléctricos es muy útil para asegurarse la captura de un animal al que probablemente no está viendo, sin necesidad de hacer giros con el cuerpo para situarse en la posición adecuada para morder, que pueden acabar alertando a la presa.

Gracias a la forma muy puntiaguda y curvada de sus dientes y a la distribución de estos en hileras, una vez muerden la presa queda irremisiblemente ensartada y enseguida se retrae la mandíbula para tragar entero al animal capturado. Estos dientes finos, curvados hacia adentro y afilados son idóneos para atrapar pero no para cortar, por lo que siempre tragan completas sus capturas, algo poco habitual entre los escualos.


¿TE HA PARECIDO INTERESANTE Ó ÚTIL MI RESPUESTA? ----- Puedes demostrarlo pulsando en la publicidad ----- GRACIAS !